domingo, 4 de abril de 2021

LOS BAUTIZOS EN EL CHARALLAVE DE ANTAÑO. POR: JUAN QUINTANA

 





LA HISTORIA POCO CONTADA

“LOS BAUTIZOS DE AQUEL VIEJO CHARALLAVE“

 

POR: JUAN  QUINTANA

 

  Esta es parte de la historia más sencilla de nuestro pueblo, la cotidianidad de aquel hermoso pueblo de calles empolvadas, de aquel pueblo apacible con gente amable, de aquel Charallave con sus costumbres, tradiciones, personajes populares, anécdotas, leyendas y su historia…, y en el “Adobe Pueblo de Antaño” mantenemos aún vivo el recuerdo de esa hermosa historia, “DE LA HISTORIA POCO CONTADA” como la de “LOS BAUTIZOS DE AQUEL VIEJO CHARALLAVE“.

 

 

  Sin duda alguna que los bautizos representaban toda una ceremonia religiosa muy tradicional, pero además muy esperada por toda la familia, y llegaba a convertirse en todo un evento social, independientemente de la clase económica a la que perteneciera la familia, bueno, lo primero era conseguir unos buenos candidatos como padrino y madrina, generalmente los padrinos eran algunos familiares muy cercanos, como algún hermano mayor, una tía o un tío, o algún familiar de mucho fundamento y responsabilidad, ya que los padrinos eran “los encargados” de la atención del niño, en caso de la ausencia de los padres, pero algunos padres de manera “muy interesada”, hacían una lista muy, pero muy confidencial, de los posibles o probables padrinos con cierta posición social o económica, se incluían en ese listado confidencial al Jefe Civil del pueblo, al Presidente de La Junta Comunal, a los dueños de la boticas, almacenes y pulperías, a los dueños de las pesas o carnicerías, de los molinos, las vaqueras, o a cualquier otro conocido con cierto poder económico…, porque era costumbre en la época de aquel  Charallave de antaño, que el padrino, dolorosamente, era quien compraba la cadena y la medallita de oro, eso sí, de oro puro, y se encargaba además de aportar para la celebración de la fiesta que se haría en honor a la criatura, mientras que el vestido y los zapatos, eran de la responsabilidad absoluta de la madrina.

 Pero todo comenzaba con algunas “punticas” por parte del padre de la criatura, diciéndole al posible candidato: algo así mas o menos, “fulano, como estamos?, sabe que la mujé la tengo preñá, guá y quien mejor que Ud. pa’ que sea su padrino”…,  y listo, eso era más que suficiente para comprometer a la víctima, que desde ahora en adelante lo llamaría compadre o comadre.

 

  Comenzaba entonces la preparación de la celebración, ya solucionado aquello de la escogencia de los padrinos, se esperaba a que el Cura Párroco fijara la fecha de los bautizos colectivos, que generalmente se celebraban cualquier sábado a las 3 de la tarde, lo siguiente era mandar a elaborar en la tipografía Urdaneta, de Fernandito Martínez, la tarjeta de bautizo o “tarjeta de recordatorio”, que casi siempre era en forma de díptico, con algún modelito tradicional o algo fuera de lo común, pero en ambos casos, no podía faltar el mediecito de plata, adherido a la tarjeta de bautizo, y por supuesto la fecha del bautizo, el nombre de la criatura, el nombre de los padres y los nombres de los padrinos.

 

  Llegaba así el día esperado para “sacarle el diablito” a la criatura…, desde las 5 de la mañana de ese sábado, se sentía en todo el vecindario, el agradable olor del dulce de cabello de ángel o de lechosa, preparado por supuesto por la abuela o por la matrona de la casa, pero todo el grupo familiar, en una verdadera cayapa, preparaban la ensalada de gallina, los bollos pelones, la deliciosa torta de pan, recubierta con el tradicional pastillaje batido a mano, la inigualable tizana criolla, aunque llevaba manzana importada, y la insustituible guarapita de parchita, pero además, desde muy temprano, había que meter en el pipote de metal las “caraquitas”, para que a eso de las 5 de la tarde estuvieran bien frías…, el piso de la sala de la casa debía estar impecablemente “pulido”, a coletazo limpio, con una mezcla de querosén y esperma, ya que ese sería el escenario principal para echar un pie, al ritmo de Damirón y su Piano Merengue, los mambos de Pérez Prado, o la Orquesta Billós con su tema del momento “Caminito de Guarenas“.

 

  Llegaba así el día sábado, y por supuesto, la hora esperada, tres de la tarde, los primeros en llegar a la Iglesia eran los padres y los padrinos, y después los demás invitados, y claro está,  alguno que otro arrocero que con seguridad se “colearía” hasta la casa, para disfrutar también de la fiesta con la orquesta “picot” y su cantante “agujita”.

 El Cura Párroco comenzaba justo a las tres de la tarde, y ya a las cuatro y media, concluiría la tradicional ceremonia religiosa, vendría luego, las felicitaciones a los padres y a los padrinos, las fotografías de rigor, y la consecuente salida hacia el altozano de la Iglesia .

 

 Los zagaletones de la época, entre los cuales me incluyo, esperábamos con mucha ansiedad, que llegara el sábado por la tarde, y apostarnos frente al altozano de nuestra imponente Iglesia, y escuchar el sonido inconfundible de los mediecitos de plata, arrojados al piso de la plaza por los padrinos de los bautizos de turno, lo cual, representaba un acto tradicional por parte de los padrinos de ese viejo Charallave, y casi que nos peleábamos para agarrar la mayor cantidad de medios de plata…, algunos padrinos, un poco más adinerados, o quizás para aparentar algún poder económico, no solamente lanzaban los mediecitos de plata, sino que además, lanzaban decenas de monedas de plata de un Bolívar, cuestión que sin duda alguna, nos sorprendía gratamente…, y ya, con los mediecitos en la mano, nos esperaban los populares “Macanapo” y “Bidu” en la antigua bodega de Bernabé Bello, frente a la Plaza Bolívar, para vendernos la deliciosa colita, uvita o naranjita “Grapette”, o la añorada y exquisita Chicha A1 con su inconfundible sabor tradicional.

 

  A su salida de la iglesia, todos se dirigían a la casa para la esperada celebración, y finalmente al entrar a la casa, en un lateral de la sala, estaba el cuarto principal con la cortina recogida, dejando ver al fondo, la cama muy bien adornada que se convertiría finalmente en la receptora de los regalos o “guindas”, que de manera “casi obligatoria”, llevarían los invitados, claro, exceptuando a los arroceros, que con seguridad tratarían de hacerse los locos.

  La comelona no se hacía esperar, los padres y familiares de la criatura, eran los que se encargaban de repartir la ensalada y los bollitos pelones, en una esquina del comedor, la mesa de madera con su elegante hule de flores y frutas, mostraba la monumental torta y los dulces caseros, los vasos de cartón Dixie, repletos de la sabrosísima tizana, salían desde la inmensa cocina, la guarapita y la caraquita bien fría, haciendo su efecto embriagador al son de la “Vaca Vieja“ de Billós, “Aji Caribe“ de Damirón,  y “Mambo No 5” de Pérez Prado, lo demás quedará a la imaginación de cada lector, que con toda libertad, podrá recordar con alegría y quizás con un poco de nostalgia, esa parte de la historia de nuestro pueblo, de esa historia que si no la contamos y la cantamos a gritos, puede diluirse en el tiempo, de esa historia poco contada como la de los bautizos de aquel viejo Charallave, de aquel hermoso pueblo que nos dejó un recuerdo en cada esquina.