Bruno Emilio Palacios Tovar.
“MACANAPO”.
“Gente con Sabor a Historia”.
Por: Juan Quintana.
Hijo de Genaro Palacios y Matilde Tovar,
pero fue criado por su tío, el no menos popular, Elías Palacios, “Cari Cari”.
Sin duda Macanapo fue un personaje
anecdótico de Charallave, con su saludo siempre oportuno y muy peculiar: “Aquí,
chévere parchita, chévere parchita”, y será recordado por su famosísimo
“Caràngano”, un instrumento musical fabricado por el propio Macanapo, que
consistía de una vara de bambú, a la que le colocaban en los extremos una
especie de Nylon o mecatillo bien templado y adicional le ponía una vejiga de
toro, que dejaba secando durante los primeros días del mes, luego de secada la
vejiga de toro, la inflaba, cual un globo, y le metía algún tipo de granos,
para hacerla sonora, posteriormente la vejiga era colocada en la vara de bambú
y con dos palos rozaban la cuerda, produciendo un sonido musical muy
característico, con lo cual alegraba las misas de aguinaldos o cualquier otra
parranda..
Macanapo era todo un experto en preparar el conocido y muy delicioso “
Ponsigué”, que dejaba macerando durante tres o cuatro meses, con aguardiente
blanco, y “una porción de secreto”, pero
además, su bebida predilecta, y la que
sus amigos de farra recordarán por su exquisito sabor, era “El Chucurulei”, una
especie de Ponche Crema, preparado con las carteritas de aguardiente San Tomé,
leche condensada, un tantico de miel pura de abejas, arroz sancochado y molido y por su puesto “su
toque muy especial de secreto”, y el
popular Macanapo a medida que iba rumbo a las Misas de Aguinaldos o a cualquier
otra parranda, cantaba unos versos muy pegajosos que decían así:
“El Chucurulei se va cantando,
El Chucurulei se va tomando,
El Chucurulei te va rascando,
El Chucurulei se va cantando”.
El Chucurulei te va tumbando”,
El Chucurulei se va cantando”.
Macanapo no se perdía, por nada del mundo, una
Misa de Aguinaldos,
Siempre llevaba “Silbadores caseros”
preparados por él mismo, estos Silbadores los hacia con una semana de
antelación, y los preparaba con pitillos de papel, rellenos de pólvora y luego
los prendía con fósforos en un extremo del pitillo, “MACANAPO” disfrutaba con esto, ya que dentro
de su “Sana malicia de muchacho
pueblerino”, con mucha discreción, se
los lanzaba a las mujeres en los pies, y
éstas salían saltando y dando gritos.
Pero en
una de esas Misas de Aguinaldos,
al cazador se le escapó la liebre,
Resulta que nuestro personaje, se preparaba
como siempre para echarle la lavativa a las muchachas del pueblo, sin darse cuenta, el fósforo encendido, hizo
contacto con el bolsillo derecho de su pantalón, en donde tenía más de una
docena de “Silbadores caseros”, y en menos de lo que canta un gallo, agarrò fuego el pantalón, recibiendo
quemaduras de tercer grado en su pierna derecha, que lo mantuvo en cama por más
de dos meses…
Seguramente, que justo ese día, cuando
sufre la fuerte quemadura en la pierna,
Macanapo le cambiaría la letra a su improvisada y muy pegajosa canción,
y tal vez comenzaría a cantarla así:
“El Chucurulei me va silbando,
El Chucurulei me va quemando,
El Chucurulei me va silbando,
El Chucurulei me va quemando”.
Así era nuestra gente, sencilla,
anecdótica, gente con ese verdadero olor a pueblo, y Macanapo era uno de esos
personajes nuestros, de esa “Gente con Sabor a historia”.
Fuente original:
Josefina Palacios.
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