A ti, Antonio Pacheco.
Por Juan Quintana.
Hoy, quizás el misterioso hombre, debe estar
preparando las alforjas con su carga muy pesada, para comenzar su sigilosa
bajada, por un camino tortuoso, desde
las entrañas mismas de su imponente montaña, con sus burros, con sus flores,
con sus sueños,
Él sabe que
el tiempo se le acorta, y que tal vez solo habría que esperar unas pocas lunas,
para que su espléndido Valle sienta su presencia, como antes, como siempre…, y
llegará en algún momento, y nos impregnará con su fresco olor a roció mañanero.
Y seguro
estoy, que su llegada, nos sorprenderá gratamente, y su brisa fría golpeará
nuestros rostros y penetrara nuestros poros, y sus pasos también se sentirán, a
solo diez leguas de distancia, aquí, en nuestro hermoso Charallave, que quedará
contagiado, sin duda alguna, de tan esperada bajada, de la bajada de Pacheco,
de aquel humilde galipanero, que con sus flores, con sus burros y con sus
sueños, y que tal vez huyendo del intenso frio, logró marcar, para siempre, una parte importante de nuestra historia cotidiana.
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