LA HISTORIA POCO
CONTADA
“LAS CHAPELLIN...
MEMORIAS DE UN PASADO”
POR: JUAN QUINTANA
Transcurrían las primeras décadas de 1900, aquel acogedor Charallave era considerado
por muchos, como la entrada principal a los Valles del Tuy, y el camino, casi obligado, hacia los llanos
del país…, la fresca brisa de su esplendoroso Valle, golpeaba suavemente los
frondosos bucares, apamates y
cañaverales, que bordeaban la otrora cristalina
quebrada, principal fuente que abastecía a la mayoría de la gente del pueblo,
ahí en ese tranquilo Valle, con un clima muy agradable, hoy, casi que inimaginable, y que alcanzaba su máxima expresión
en la víspera de las fiestas decembrinas, ahí, estaban ellas, Las Chapellín,
tres elegantes damas que marcarían
posteriormente las memorias de un pasado, en un pueblo tranquilo, y con
gente amable como el nuestro, que dejó
un recuerdo en cada esquina.
Carlota, la menor de las tres hermanas,
contrae matrimonio con Manuel Rondón, y escogen como lugar de residencia el
Valle de Caracas, allí, sus dos
hermanas, Carmen Dolores, soltera, a
quien de manera cariñosa le saludábamos con el apodo de “Camita”,
y María de la O, conocida en todo
el pueblo como “Pepín”, viuda de Mariano Arocha, hermano de Doña Teotiste Arocha,
solían, con mucha frecuencia, “temperar
en el Valle”, justo en la casa de su hermana menor Carlota, pero el destino ,
tal vez, le jugó una mala pasada y Carlota decide regresarse de nuevo, sola,
con sus cuatro hijos a Charallave.
La casa en la cual vivieron hasta el resto de sus días, aún se conserva
en la calle Miranda de Charallave, casa cuyo propietario era Leoncio Robles, hijo
de Nicomedes Pedroza, Leoncio robles Pedroza, primo de las Chapellín Pedroza,
de manera muy gentil, le había obsequiado esa casa a Carmen Dolores como gesto
indiscutible de sus lazos de
familiaridad y de amistad.
Cada uno de estos seres excepcionales, de aquel Charallave que quedó
para el recuerdo, tenían una característica muy especial, pero sin duda alguna,
todas con principios inequívocos, de servir a Dios y al prójimo a través de su
fe religiosa. Carlota Chapellín, fue la
presidenta, y además encargada, durante casi toda su vida, de la Cofradía de San
José, fue además, la primera mujer, de la cual se tienen registros, quien estuvo
al frente de la oficina de Correos de Charallave, mucho antes que asumiera este
roll Consuelo Otamendi…, como dato
curioso, justo a la oficina de Correos Nacionales en Charallave, llegaba un
número importante de ejemplares del Diario La Religión, el cual era dirigido
por Monseñor José María Pellín, este diario, defendía las necesidades de las
leyes de la religión Católica, prestando un servicio además de carácter social
e informativo sobre la actualidad nacional e internacional, y Carlota, precisamente , era la encargada de
llevarlo casa por casa, a los suscriptores del diario, ya que era la única
manera de poder enterarse de los hechos que sucedían en el país y fuera de
nuestras fronteras.
La segunda de las tres hermanas, era María de la O, o “Pepín”, como
también era conocida, al igual que sus hermanas, era una mujer entregada a la
fe católica, estuvo al frente de la cofradía de La Dolorosa, era sin duda
alguna, su devoción, predicando, no solamente de corazón, sino que además
predicaba con el ejemplo, poniendo siempre por encima el amor al prójimo. Parte
del sustento diario de las hermanas Chapellin, se basaba, sin duda alguna, en la elaboración de la llamada granjería criolla,
las tortas caseras, las conservas, el dulce de toronja, el bienmesabe, el
tradicional e inigualable dulce de lechosa,
se convirtieron en el manjar predilecto para los niños y adultos de
aquel viejo Charallave, y tal vez, aunque guardando alguna distancia en cuanto
al tiempo, las tortas y dulces criollos
de “Pepín”, tuvieron tanto renombre en nuestro pueblo, al igual que la tuvieron
en Caracas, las deliciosas tortas de las hermanas Bejarano en época de la
colonia.
“Camita”, Carmen Dolores, era la mayor de las Chapellin, era soltera, fue conocida como “La Alfarera
de Dios”, hacía las hostias para las celebraciones eclesiásticas de Charallave,
y era la encargada de la Cofradía del Santisimo, “Camita” tenía unas manos
prodigiosas, elaboraba con gran destreza, pero con una belleza increíble, las
velas, de cera pura, para el Santísimo, dedicó su vida entera a la Iglesia,
vivió una vida de santidad, pero a la par de sus intensas actividades
religiosas, Carmen Dolores era una
excelente repostera, especializada en tortas para matrimonios y
bautizos, pero con el toque muy especial de las Hermanas Chapellin.
“Camita” era una mujer, al igual que sus hermanas, de misa diaria, con
una estrecha relación de amistad con el entonces Cura Párroco de Ocumare del Tuy,
Monseñor Pérez León, ella, junto a Cecilia Perez, se iban a Ocumare del Tuy,
una semana antes de las fiestas Patronales de San Diego de Alcalá, a preparar
el recibimiento de todos los sacerdotes que venían de Caracas y Los Teques,
quienes tendrían como alojamiento la Casa Parroquial de Ocumare del Tuy.
Como dato anecdótico, y tal vez, propio de este hermoso pueblo cuyas
costumbres, historias y tradiciones han
quedado para el recuerdo, algunas de las muchachas de ese viejo Charallave,
entre quienes estaban, Carmen Rosa, Isabel Teresa y Elba Rincones, justo al concluir la misa de nueve,
salían, casi desbocadas, directo a la casa de las Chapellin, para comer los
recortes de Hostias que habían quedado luego
de su elaboración, y para ellas , además de ser algo así como una
aventura de muchachas, se deleitaban saboreando los deliciosos “recortes de
Hostias”.
Cuando murió “Camita”, considerada
definitivamente una mujer de Santidad, por cosas del destino, el padre Roberto Trejo,
quien fungía de Cura Párroco para ese entonces, no se encontraba en el pueblo
para realizar las exequias, pero fue despedida por Juvenal Clemente quien en
medio de la multitud, dijo, con su voz clara e inconfundible: “ha muerto la Alfarera
de Dios”.
Las Chapellin, fueron tres mujeres muy apreciadas y queridas en
Charallave, de familia muy arraigada, y ceñidas bajo una directriz de
honestidad, amor por el prójimo, y con estricto apego a las buenas costumbres,
y definitivamente, con un inquebrantable fervor por la fe religiosa, así eran
ellas, Carlota, Pepín y Camita, gente de pueblo como los hubo en muchos otros
pueblos de Venezuela, tres mujeres que marcaron una pauta muy importante en
nuestra historia cotidiana, y quizás, parafraseando un poco aquellas sabias
palabras de Juvenal Clemente, a la hora de despedir a Camita, pudiéramos decir
que cerca, pero muy cerca del Altísimo, están esas tres abnegadas mujeres: “Las Chapellín, Memoria de un Pasado…, Las Alfareras de Dios”.
FUENTES ORIGINALES:
CARLOTA RONDON
CARMEN ROSA, ISABEL
TERESA Y ELBA RINCONES.
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