“…y con sus
manos iban forjando los sueños
de mi
pueblo”.
Por: Juan Quintana.
…ahí estaban ellos, y tal vez sin pensarlo, estaban dejando huellas, con
sus manos, con su sudor, con su ingenio, sí, eran ellos, gente de a
pie, gente de pueblo,
gente nuestra, edificando, literalmente, lo que para ellos sería su
ciudad, pero a su vez construyendo
sueños,
formando familias, gracias a esas manos expertas,
a sus improvisadas plomadas, a sus metros tipo tijeras, o tal vez, a una
corroída carretilla, o a una cuchara
golpeada por el tiempo.
Ahí estaban ellos, autodidactas
como muchos, pero
con gran sentido de la responsabilidad…, eran ellos, los veíamos a
diario, en las calles, en
esas mismas
calles trazadas por sus rudas manos…, ahí estaban ellos,
construyendo las casas de la gente de su pueblo, eran los albañiles de
otrora, eran los forjadores de
sueños: Antonio Jesús Bello, con su rectitud e indudable solvencia moral, a quien le debemos la
construcción de la mayoría
de las calles de aquel viejo
pueblo, un pueblo con indiscutible visión de futuro…, ahí estaba “El Chato”,
Rafael González, cobrando solo 15 bs
diarios para
él, y 5 bs para cada uno de sus ayudantes estrellas, Zoilo Ríos y
Salvador Pacheco…, eran ellos, gente de Charallave,
con su experiencia
comprobada, como la del viejo Roque Martínez, o José
Antonio Hernández, del Cementerio, de la mano de su inseparable ayudante, Diego “Pata e´
Croche”, o la versatilidad de Rafael Higuera “Garabato”, acompañado siempre por Nectalí Rojas y Nicolás
Castro.
Cada uno de esos albañiles, o mejor dicho, cada uno
de esos forjadores de sueños, dejó una impronta imborrable en la vida de nuestra
gente, cada uno de
esos coterráneos nuestros, marcó parte de nuestra
“Historia Cotidiana”.
Fuente original: Alberto Bello higuera.
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