“EL INCONFUNDIBLE
SONIDO DE UN PREGON”
POR: JUAN QUINTANA.
…y al fin, a
lo lejos, se escuchaba el sonido inconfundible de su espectacular chiflo de
madera retumbando en el horizonte.
Sin duda no
era de estos lares, ni jamás se supo de donde venía, pero la gente lo
esperaba en aquellas tardes calurosas de mi pueblo, y lo veían recorrer sus calles, anunciando su llegada cual Rey triunfante a tierras
desconocidas… no era otro que “El Amolador”…
Sus labios
comenzaban a deslizarse lentamente desde un extremo de su mágico instrumento,
haciendo una breve pausa en medio de la melodía, para que esos mismos
labios regresaran rápidamente y dejaran
escuchar, de manera muy agradable, ese inolvidable sonido, hoy convertido en verdadera
remembranza.
Su nombre
nunca se supo, solo recuerdo su pantalón muy ancho, su camisa curtida por el
tiempo, un pañuelo fruncido y muy desteñido, que sacaba con mucha frecuencia
para secar el sudor de su rostro, unos zapatos, tal vez tan pesados como su
ordinaria herramienta para amolar, la
que guardaba y protegía celosamente en
una especie de mochila guindada a su espalda, haciendo dúo con un diminuto
banquillo que serviría de asiento para realizar su faena.
No hacía
falta que su voz pregonara su oficio,
solo el aire de sus pulmones, lograba esparcir aquellas notas musicales,
que hablaban por sí solas, anunciando la llegada del “Amolador”.
Cuando la
nieve del tiempo haya caído sobre tu cabellera, cuando tu piel se haya
maltratado con el pasar de los años, tornándose menos tersa, cuando afloren en
tí un sin fin de vivencias de tu niñez, entonces, podrás recordar con mucha nostalgia, “el inconfundible sonido
de un pregón”, aquella hermosa estampa del “Amolador”, de aquel viejo hombre,
que con su agradable melodía, escribía
un pasaje inolvidable en un pueblo acogedor como el nuestro, en un Charallave
añorado, en aquel Charallave de antaño que nos dejó un recuerdo en cada
esquina.
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