AL “PINEO”,
AURELIANO OLIVEROS.
POR: JUAN
QUINTANA.
…y una vez más venía
él, con la tranquilidad de la soledad, a pasos cortos y lentos, muy
lentos, tal vez parafraseando un poco
aquella antigua frase : “mordiendo el polvo”, ganándole la batalla al tiempo, y
haciéndolo rendir en su camino, ahí venía
Aureliano, “El Pineo”, como siempre, por aquella vieja carretera engranzonada
de La Horquilla, transitando en silencio, a reencontrarse con su gente, con su
pueblo, con su otrora y acogedora Plaza Bolívar, aquella misma Plaza con árboles
frondosos, con sus bancos de madera, con sus ocho entradas que conducían justo
al centro, donde reposaba el pequeño busto de Simón…, la misma Plaza que sirvió
de inspiración a Evencio, a Fermín, a Eulogio,
a Camero, y a otros tantos pueblerinos nuestros, que plasmaron sus sueños en el
lienzo, en el pentagrama o en las hojas amarillentas de algún diario…, soplaban vientos de Semana Santa, en las
angostas calles de mi pueblo, era ya común en esos tiempos, ver la esperma
derretida por el inclemente sol, sentir el agradable olor de los nardos, que había
quedado impregnado en cada espacio del templo,
ahí estaba él, Aureliano Oliveros, muchas veces desapercibido, pero
siempre estaba ahí, sentado en los mismos bancos de madera, con su inseparable
garrote, su mirada profunda, su inconfundible y llamativo porte, sigiloso como siempre,
tal vez a la defensiva, o a la espera quizás, que desde lo lejos, algún zagaletón de pantalón corto, gritara a
los cuatro vientos: ¡..Pineo, Pineo…!, para responder, casi de manera automática,
con su diminuta y atropellada voz : ¡..caña e´ su mae…! .
El tiempo, el mismo que todo lo sabe y todo
lo puede, nos arrebató otra hermosa estampa de nuestro pueblo, se llevó en su
paso, casi que de manera arrolladora, aquella vieja Plaza, el pequeño busto de Simón,
los bancos de madera, los frondosos árboles, se llevó a Evencio, a Eulogio, a Fermín
a Camero, y con ellos, también se llevó
al “Pineo”, Aureliano Oliveros…, se marchó como siempre solía hacerlo, con la
tranquilidad de la soledad, a pasos cortos y lentos, muy lentos…
FUENTES
ORIGINALES:
-
DIACONO
CARLOS RAMON GONZALEZ
-
VIVENCIAS
PERSONALES DEL AUTOR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario