LA HISTORIA POCO CONTADA
TEODORO FELIPE OJEDA Y SUS FÁBRICAS:
“COLA LA ESPERANZA”,
“VEGETA
HARINA LA ESPERANZA”
Y “HELADOS LA ESPERANZA”
POR: JUAN
QUINTANA
Esta es parte de la historia más sencilla de
nuestro pueblo, la cotidianidad de aquel hermoso pueblo de calles empolvadas,
de aquel pueblo apacible con gente amable, de aquel Charallave, con sus costumbres, tradiciones, personajes
populares, anécdotas, leyendas, y su historia…, y en el Adobe pueblo de antaño“, mantenemos aún vivo el recuerdo, de esa
hermosa historia, de la historia poco
contada, como la de “Teodoro Felipe Ojeda
Gutiérrez”, un emprendedor con sabor a pueblo, familiar muy cercano de Pedro Elías Gutiérrez, creador de la música
del alma llanera.
En el
año 1923, en pleno mandato del benemérito Juan Vicente Gómez, en un Charallave
evidentemente rural, pero sin duda, influenciado con aires caraqueños, por su
misma cercanía a la capital, en un Charallave de apenas dos calles principales,
rodeada de productivas haciendas, vaqueras y vegas, de un Charallave con sus
casas de bahareque, con largo zaguán, patio central, y al fondo
inmensos solares, de un Charallave que abría sus puertas a propios y extraños,
para consolidar su desarrollo integral, a ese mismo Charallave, llega un joven
de apenas 18 años de edad, nacido en Caucagua,
cargado de sueños e ilusiones, con el
propósito de ejercer su recién
aprendido oficio de “telegrafista“, su nombre, Teodoro
Felipe Ojeda, por cuyas manos
como telegrafista, pasaría mucha información, recados, encomiendas, avisos, y
hasta chismes, que enviaban los habitantes de aquel pueblo, con apenas 5000
habitantes, y por supuesto, la información que recibían desde diferentes lugares del país, a través
del siempre recordado sistema con clave morse…, Teodoro Felipe Ojeda, era sin duda alguna, un autodidacta en toda
la extensión de la palabra, un hombre polifacético, músico y ejecutante del cornetín
y la flauta, ejerció además, el cargo de Prefecto en la vecina población de Ocumare
del Tuy, con un grado de cultura
sumamente alto, y con un extraordinario espíritu de superación y de
emprendimiento, cualidades estas,
que pondría de manifiesto muy pronto, en aquel viejo Charallave.
En
1938, quince años después de su llegada a Charallave, decide
crear, en compañía de su esposa Graciela
Robles Trujillo e hijos, lo que pudiéramos llamar: “la primera industria formalmente establecida en Charallave y de
proyección regional”, de la cual se
tienen registros, el producto final, sería una refrescante y deliciosa Cola, llamada “Cola la Esperanza”, elaborada finamente con agua de la
cristalina quebrada de Charallave, previamente clorinada y filtrada, además,
como ingrediente principal, el jarabe a base
de Cola, y el
gas en proporciones suficientemente equilibradas…, esta
novedosísima y pujante industria casera,
estaba ubicada en el otrora Callejón de los Ojeda, vía hacia Chupulún,
antigua calle Lourdes, hoy calle Monseñor
Pérez León, lugar ocupado hoy por las residencias Charallave, la fábrica de “Cola la Esperanza”, llegó a producir, la exorbitante cantidad
de 120 botellas de refrescos por día, las cuales se distribuían en Charallave,
pero también en el resto los Valles del Tuy, Los Teques y Caracas, a un precio
de una locha (0,12 ½ céntimos)…,
de los caseríos aledaños, tales como La Magdalena,
Mesia, Sabaneta, Tomuso, Cayuya, Mume, y Pitahaya, llegaban sus habitantes, a pie
o en lomo de mula o caballo, para
adquirir el novedosísimo producto, bien fuera “chin chin“, a crédito, o por
“trueque”, que posteriormente llevarían a sus casas, para enfriar en las neveras de querosén marca “Bosch o Frigidaire”, o simplemente
para tomar al natural, ya que su slogan
era: “fría o al natural, la Cola la Esperanza sabe
igual“.
La Cola la Esperanza, de Teodoro Felipe
Ojeda, marcó un hito en aquel Charallave de 1938, compitiendo con marcas de
refrescos que venían de la
capital, o de otros lugares del país, tales como “ Kola Champaña”, que venía de
Caracas, la Cola “Las delicias”, fabricada en Maracay, la “Alfa”, fabricada en
el Táchira, o con los pocos refrescos importados, como la “Coca Cola”, que era traída
al país, por la empresa “Boulton”, para
satisfacer, casi exclusivamente, a su
clientela de gringos, establecidos en los diferentes pozos petroleros de Venezuela,
pero que también podían adquirirse en pocas cantidades en el centro del país.
Pero
la historia de Teodoro Felipe Ojeda
como industrial, como emprendedor, y como hombre de pensamientos claros, no había comenzado solo con la
Cola la Esperanza, ya que en el año 1936,
dos años antes del lanzamiento de
la Cola la Esperanza, Teodoro Felipe Ojeda, había ideado, registrado, fabricado, y comercializado, un producto
especial para niños y adultos, a base de
harina de ocumo blanco, llamada “Vegeta Harina
la Esperanza“, ideal para teteros, atoles, postres, y chicha, la cual vendía
en empaques, higiénicamente cerrados, a un precio módico de tres lochas, es
decir a 0.37 ½ cts. de bolívar.
Con
toda seguridad, podemos llegar a pensar que
fueron innumerables los hogares humildes
de Charallave y sus zonas aledañas,
que incluyeron en su dieta diaria, a la
Vegeta Harina la Esperanza, “creada”
por Teodoro Felipe Ojeda, un producto de alta calidad, base de harina de ocumo blanco, con importante
contenido de fibra, almidón, proteínas, vitamina B y C, Hierro y fosforo, y que llegó a competir localmente, con la famosísima “Maizina Americana”, de Alfonzo
Rivas y compañía, que desde 1910, ya ocupaba un lugar de preferencia en el corazón de todos los venezolanos.
Sin
duda, Teodoro Felipe Ojeda, marcó parte
de nuestra historia local, y su
emprendimiento no tenía limites, además de la fabricación de la Cola y
la Vegeta Harina, decide fabricar los
cremosos y deliciosos helados con el mismo
nombre “La Esperanza“, tanto en su presentación tipo barquillas, como el
tradicional helado de paleta, en sabores diversos, (solo duró cinco años en el
mercado)…, pero como dato curioso, tanto las galletas para las barquillas,
así como las paletas para los helados,
eran elaborados por este hombre, que cada día veía cumplir sus sueños de
empresario exitoso, en aquel Charallave de hace casi ochenta años.
No es
nada descabellado, imaginarnos por un momento, a los muchachos de esa época: El
catire Celestino Rodríguez, Aquiles Figuera, Tobías Blanco, Ramón Pérez, o Rafael
Vera, saboreando una deliciosa Cola la
Esperanza, o degustando un cremoso helado
La Esperanza, en los alrededores de
la vieja Plaza Bolívar, o en las cercanías del Teatro Renacimiento, que era un lugar predilecto para las tertulias vespertinas.
Estoy
totalmente convencido, que Teodoro Felipe Ojeda, aquel emprendedor con sabor a pueblo, aquel joven telegrafista, que con apenas 18 años,
llegó a Charallave en 1923, cargado de sueños e ilusiones, compartiendo la cotidianidad
con sus coterráneos, viviendo el día a día con la gente de nuestro pueblo, cultivando
una familia, y marcando una impronta indeleble, junto a su fábrica de Cola la Esperanza, junto a su no menos famosa, “Vegeta Harina la Esperanza”, y a sus deliciosos y cremosos “Helados la Esperanza”, pasarán a formar
parte de la historia de aquel añorado Charallave de antaño, de “la
historia poco contada” de nuestro queridísimo pueblo llamado Charallave.
FUENTE ORIGINAL:
FAMILIA OJEDA
FAMILIA ESPEJO OJEDA.