LA HISTORIA POCO
CONTADA
“LOS
HORNOS DE CAL DE LA CHIVERA”
POR:
JUAN QUINTANA
Esta es parte de la historia más sencilla de
nuestro pueblo, la cotidianidad de aquel hermoso pueblo de calles empolvadas,
de aquel pueblo apacible con gente amable, de aquel Charallave de antaño, con
sus costumbres, tradiciones, personajes populares, anécdotas, leyendas, y
su historia, de esa misma historia que guardamos celosamente en el Adobe
pueblo de antaño, de una historia poco contada, como la de los famosos “Hornos
de cal de La Chivera“.
Como era ya una costumbre de la gente de aquel viejo Charallave,
los domingos después del desayuno, un
paseo hacia los peñones se convertía en
parte de la bitácora pueblerina, bien
fuera aguas arriba, es decir, subiendo
por la quebrada, o por la carretera
engranzonada, desde La Chivera, hasta Los Peñones, ambas vías te conducían al sitio preferido por los charallavenses,
“Los Peñones”, los que subían por la
carretera engranzonada, sin duda, que
era casi obligado una parada en la bodega de Ramón Muñoz, unos para tomarse un
descanso por la larga caminata, y otros para deleitarse con una catalina, o un
cortado, cuyo costo era solo de una locha, acompañado de una inigualable, inconfundible, e inimitable
Chicha A1, o una Orange Crush, o una Green Spot, con un costo de un mediecito
(0.25 cts), o simplemente comprar una locha de cambur pineo, que seguramente Ramón
Muñoz, daría hasta ocho cambures con
ñapa y todo…, aquella vieja bodega, con su viejo mostrador de madera, con una lámina
de zinc en la parte superior, su pipote de querosén para la venta al detal, su cajón
de madera con el tradicional nepe, y su exhibición de galletas de soda Nabisco,
aceite El Rey, harina de trigo Gold
Medal, el tabaco en rama, entre otros productos, mostrando lo genuino de esas bodegas o pulperías, que
solo quedaron para el recuerdo popular.
Luego de esta parada casi obligada, proseguíamos
nuestro largo caminar hacia Los Peñones, pero inmediatamente al pasar la bodega
de Ramón Muñoz, a solo escasos cincuenta metros, adosado al cerro, veíamos con asombro una
estructura muy singular, que nos
remontaba a la época de los palacios de los reyes, era una especie de un pequeño castillo, con tres túneles
contiguos, que daban a una gran fosa
repleta de leña, por allí, escapados de mi tía Reina, nos metíamos rápidamente
por los túneles, y salíamos antes de que nos castigara, o nos regañara, por
meternos en esos laberintos de cal y canto,
que representaban esos túneles, ya que según ella, y solo para meternos miedo, ahí salía
“el sin cabeza”, o se escondía ”la sayona“…, después al crecer, supimos con
claridad que esa enorme fosa repleta de leña, fungía como caldera, de los famosos
hornos de cal del sector de La Chivera.
En estos famosos hornos de cal, de La Chivera,
ya al inicio de su abandono, o de su inoperatividad, los niños y adolescentes
de la zona, solían jugar sanamente al
escondite, en aquellas tardes tranquilas,
de aquel Charallave de antaño, recordamos que esta importante obra de la década
de los años 50, que generó gran cantidad de empleos, fue construida durante la época del General Marcos Pérez Jiménez, por una empresa mixta, (sector
privado – sector público), aprovechando que la zona de La Chivera y sus
alrededores, estaba provista de gran cantidad de
rocas de tipo calizas, asociadas
a la formación geológica llamada
“Conglomerado de Charallave”, y a su vez, esta zona, poseía gran cantidad de guatacaros y samanes, que se utilizaban como leña, para avivar el
fuego de la caldera.
Estos hornos de cal, también llamados
caleras, permitían producir el óxido de
calcio, es decir la cal común o cal viva,
mediante la calcinación de las piedras calcáreas (calizas), a una
temperatura entre 1000 y 1200 grados centígrados, durante diez o doce días
continuos…, los hornos eran alimentados con leña, y se avivaba la llama con los
tradicionales fuelles manuales, posteriormente, a raíz de la construcción del gasoducto de Charallave,
que justamente pasa por La Chivera, estos hornos fueron alimentados con gas, ya
que del tubo principal del gas, a los túneles del horno, había solo escasos 6
metros.
La cal extraída de los hornos de La Chivera, era utilizada casi en su totalidad, para la gran cantidad de obras emprendidas
por el General Pérez Jiménez, durante su mandato, pero además, este producto también
era vendido al público en general, para
ser utilizado, entre otras cosas, para
pintar las casas del pueblo, que junto al añil, que era una pasta de color azul
índigo, que se extraía de las hojas y tallos de la planta conocida como añil, daban la combinación perfecta del blanco puro, y el azul índigo, que marcaría una moda en la época de aquel Charallave de antaño.
Para nosotros, los niños y jóvenes de la época, en nuestra imaginación, no cabía dudas, que estábamos
en presencia de un extraordinario castillo de reyes, tal como lo veíamos en las
series de televisión , pero la
realidad era otra, eran tres túneles y
una caldera gigante, con una fachada de mampostería,
arquitectónicamente bien diseñada, que
lamentablemente con el tiempo se ha venido deteriorando, pero
por suerte, aún quedan algunos vestigios, de lo que fue el horno de cal
de La Chivera, con sus tres túneles, y su gigante caldera,
testigos fiel de una época que quedo
para el recuerdo…, ojala, alguna institución, pública o privada, pudiera
emprender de inmediato, la reconstrucción de esta obra de los años 50, “los
famosos hornos de cal de La Chivera”, que junto a la piedra de La Virgen, y los
pozos de Cayuya, Las Cortinas y Los Peñones,
darían, sin duda alguna, el toque turístico, tan necesario para esta
importante zona de Charallave, como lo es La Chivera.
Ahí están los hornos de cal de La Chivera, físicamente
casi desaparecidos, pero seguramente, permanecerán intactos, en las mentes de
quienes pudimos disfrutar de su belleza arquitectónica, y evidentemente
estoy convencido, que pasarán a
formar parte, de otra historia poco
contada, de aquel Charallave de antaño.
FUENTE ORIGINAL:
JOSE ANGEL MEDINA.
VIVENCIAS PERSONALES
Y TRADICION POPULAR.
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