viernes, 17 de enero de 2020

TEODORO FELIPE OJEDA Y SUS FABRICAS : “COLA LA ESPERANZA” , “VEGETA HARINA LA ESPERANZA” Y “HELADOS LA ESPERANZA”




LA HISTORIA POCO CONTADA 

TEODORO FELIPE OJEDA Y SUS FÁBRICAS:

“COLA LA ESPERANZA”,

 “VEGETA HARINA LA ESPERANZA”

Y “HELADOS LA ESPERANZA”

 

POR: JUAN QUINTANA 

 

 

 

  Esta es parte de la historia más sencilla de nuestro pueblo, la cotidianidad de aquel hermoso pueblo de calles empolvadas, de aquel pueblo apacible con gente amable, de aquel Charallave,  con sus costumbres, tradiciones, personajes populares, anécdotas, leyendas, y su  historia…, y en el Adobe pueblo de antaño“,  mantenemos aún vivo el recuerdo, de esa hermosa historia, de la  historia poco contada, como la de “Teodoro Felipe Ojeda Gutiérrez”, un emprendedor con sabor a pueblo, familiar muy cercano de  Pedro Elías Gutiérrez, creador de la música del alma llanera.

 

  En el año 1923, en pleno mandato del benemérito Juan Vicente Gómez, en un Charallave evidentemente rural, pero sin duda, influenciado con aires caraqueños, por su misma cercanía a la capital, en un Charallave de apenas dos calles principales, rodeada de productivas haciendas, vaqueras y vegas, de un Charallave con sus casas de bahareque,  con  largo zaguán, patio central, y al fondo inmensos solares, de un Charallave que abría sus puertas a propios y extraños, para consolidar su desarrollo integral, a ese mismo Charallave, llega un joven de apenas 18  años de edad, nacido en Caucagua,  cargado de sueños e ilusiones,  con el  propósito  de ejercer su recién aprendido oficio  de  “telegrafista“, su nombre,  Teodoro Felipe Ojeda,  por cuyas   manos como telegrafista, pasaría mucha información, recados, encomiendas, avisos, y hasta chismes, que enviaban los habitantes de aquel pueblo, con apenas 5000 habitantes, y por supuesto, la información que recibían  desde diferentes lugares del país, a través del siempre recordado sistema con clave morse…, Teodoro Felipe Ojeda, era sin duda alguna, un autodidacta en toda la extensión de la palabra, un hombre polifacético, músico y ejecutante del cornetín y la flauta, ejerció además, el cargo de Prefecto en la vecina población de Ocumare del Tuy,  con un grado de cultura sumamente alto, y con un extraordinario espíritu de superación y de emprendimiento, cualidades estas,  que  pondría de manifiesto  muy pronto, en aquel viejo Charallave.

 

  En 1938, quince años después de su llegada a Charallave,   decide  crear, en compañía  de su esposa Graciela Robles Trujillo e hijos, lo que pudiéramos llamar: “la primera industria formalmente establecida en Charallave y de proyección regional”,  de la cual se tienen registros, el producto final, sería una refrescante y deliciosa  Cola, llamada “Cola la Esperanza”, elaborada finamente con agua de la cristalina  quebrada de Charallave,  previamente clorinada y filtrada, además, como ingrediente principal, el jarabe a base  de Cola,  y  el  gas  en proporciones  suficientemente equilibradas…, esta novedosísima y pujante  industria casera, estaba ubicada en el otrora Callejón de los Ojeda, vía hacia Chupulún, antigua  calle Lourdes, hoy calle Monseñor Pérez León,  lugar ocupado hoy por  las residencias Charallave, la fábrica de “Cola la Esperanza”,  llegó a producir, la exorbitante cantidad de  120 botellas de refrescos  por día, las cuales se distribuían en Charallave, pero también en el resto los Valles del Tuy, Los Teques y Caracas, a un precio de una locha (0,12 ½ céntimos)…,

de los caseríos aledaños, tales como La Magdalena, Mesia, Sabaneta, Tomuso, Cayuya, Mume, y Pitahaya, llegaban sus habitantes, a pie o en lomo de mula o caballo,  para adquirir el novedosísimo producto, bien fuera “chin chin“, a crédito, o por “trueque”, que posteriormente llevarían a sus casas, para enfriar en  las neveras de querosén  marca “Bosch o Frigidaire”, o simplemente para  tomar al natural, ya que su slogan era:  “fría o al natural, la Cola la Esperanza sabe igual“.

 

  La Cola la Esperanza, de Teodoro Felipe Ojeda,  marcó  un hito en aquel Charallave  de 1938, compitiendo con marcas  de  refrescos que venían  de la capital, o de otros lugares del país, tales como “ Kola Champaña”, que venía de Caracas, la Cola “Las delicias”, fabricada en Maracay, la “Alfa”, fabricada en el Táchira, o con los pocos refrescos importados, como la “Coca Cola”, que era traída al país, por  la empresa “Boulton”, para satisfacer, casi exclusivamente,  a su clientela de gringos, establecidos en los diferentes pozos petroleros de Venezuela, pero que también podían adquirirse en pocas cantidades en el centro del país.

 

  Pero la historia de Teodoro Felipe Ojeda como industrial, como emprendedor, y como hombre de pensamientos claros,  no había comenzado solo  con la Cola la Esperanza, ya que en el año 1936,  dos años antes del lanzamiento de la Cola la Esperanza, Teodoro Felipe Ojeda, había ideado, registrado,  fabricado, y comercializado, un producto especial para niños  y adultos, a base de harina de ocumo blanco, llamada “Vegeta Harina la Esperanza“, ideal para teteros, atoles, postres, y chicha, la cual vendía en empaques, higiénicamente cerrados, a un precio módico de tres lochas, es decir  a 0.37 ½  cts. de bolívar.

 

  Con toda seguridad, podemos llegar a pensar que  fueron innumerables los hogares humildes  de Charallave y sus zonas aledañas,  que incluyeron en su dieta diaria, a la Vegeta Harina la Esperanza,  “creada” por Teodoro Felipe Ojeda, un producto de alta calidad,  base de harina de ocumo blanco, con importante contenido de fibra, almidón, proteínas, vitamina B y C, Hierro y fosforo,   y que llegó a competir localmente,  con la famosísima “Maizina Americana”, de Alfonzo Rivas y compañía, que desde 1910, ya ocupaba un lugar de preferencia  en el corazón de todos los venezolanos.

 

  Sin duda,  Teodoro Felipe Ojeda, marcó parte de nuestra historia local, y su  emprendimiento no tenía limites, además de la fabricación de la Cola y la Vegeta Harina, decide fabricar los cremosos y  deliciosos helados con el mismo nombre “La Esperanza“, tanto en su presentación tipo barquillas, como el tradicional helado de paleta, en sabores diversos, (solo duró cinco años en el mercado)…, pero como dato curioso, tanto las galletas para las  barquillas,  así como las paletas para los helados,  eran elaborados  por este hombre,  que cada día veía cumplir sus sueños de empresario exitoso, en aquel Charallave de hace casi  ochenta años.

 

  No es nada descabellado, imaginarnos por un momento, a los muchachos de esa época: El catire Celestino Rodríguez, Aquiles Figuera, Tobías Blanco, Ramón Pérez, o Rafael Vera, saboreando una deliciosa Cola la Esperanza, o degustando un cremoso helado La Esperanza,  en los alrededores de la vieja Plaza Bolívar, o en las cercanías del Teatro Renacimiento, que era un  lugar predilecto  para las tertulias vespertinas.

 

  Estoy totalmente convencido,  que Teodoro Felipe Ojeda, aquel  emprendedor con sabor a pueblo, aquel  joven telegrafista, que con apenas 18 años, llegó a Charallave en 1923, cargado de sueños e ilusiones, compartiendo la cotidianidad con sus coterráneos, viviendo el día a día con la gente de nuestro pueblo, cultivando una familia, y marcando una impronta indeleble, junto a su fábrica de Cola la Esperanza, junto a su no menos famosa, “Vegeta Harina la Esperanza”,  y a sus deliciosos y cremosos “Helados la Esperanza”, pasarán a formar parte de la historia de aquel añorado Charallave de antaño,  de “la historia poco contada” de nuestro queridísimo pueblo llamado Charallave.

 

 

FUENTE ORIGINAL:

FAMILIA OJEDA

FAMILIA ESPEJO OJEDA.

 











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